El Observatorio Espacial Kepler fue lanzado en marzo de 2009, hace ya casi 6 años, con una misión específica: encontrar planetas cuyo tamaño sea similar al de la Tierra y que se encontraran cerca o en la zona habitable, coloquialmente conocida como “ricitos de oro”, donde los planetas pueden tener las condiciones perfectas para albergar vida.
Ahora, la NASA ha anunciado que Kepler acaba de descubrir su exoplaneta número 1.000 después de monitorear cerca de 150.000 estrellas y descartar casi 4.000 candidatos. De estos 1.000 planetas tan sólo ocho tienen menos del doble del tamaño de la Tierra y todos orbitan estrellas más pequeñas que la nuestra, el Sol.
Los datos de Kepler también han sugerido la existencia de otros 554 candidatos a exoplanetas, de los cuales seis podrían tener un tamaño cercano al de la Tierra y una órbita que podría ser habitable.
Pero ¿por qué la obsesión con un tamaño similar a la Tierra? La respuesta es muy simple: un planeta rocoso nos permite tener una superficie donde apoyarse, cosa que un planeta gaseoso o de agua no permite, y el tamaño y la masa están directamente ligados a la composición del planeta. Un planeta del tamaño del nuestro es más fácil de terraformar que uno del tamaño de Júpiter u otro gigante gaseoso.
Y aunque aún no planeamos una misión a la Interstellar, conocer dónde hay una planeta capaz de sostener vida humana podría ser o bien, un conocimiento particularmente útil en el peor de los casos, o un buen punto de partida para, en un futuro lejano, colonizar nuevas tierras.
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