Si queremos descansar bien y tener un sueño reparador, lo mejor es olvidarse de leer en dispositivos electrónicos justo antes de irse a dormir. Esta es la conclusión de un estudio hecho en la Escuela de Medicina de Harvard (EE.UU.) y publicado esta semana en la revista PNAS.
Los investigadores han comparado el efecto en el sueño de las tabletas y libros electrónicos respecto al libro impreso. Han comprobado que las personas que leen en un iPad a última hora de la tarde se sienten más despiertas al final del día que las que leen un libro, les cuesta más dormirse después de apagar la luz, tienen un sueño de peor calidad y se encuentran más soñolientas a la mañana siguiente.
La culpa de todos estos efectos la tiene la luz de onda corta que emiten los dispositivos electrónicos.
La luz artificial engaña a nuestro reloj biológico
El funcionamiento del cuerpo humano se rige por la luz ambiental en un ciclo de 24 horas llamado ritmo circadiano. Gracias a esto, el organismo está preparado para lo que viene, ya sea despertarse, comer o dormir, y no malgasta energía de forma baldía. En concreto, la luz tenue al final del día, tras la puesta de Sol, favorece que se libere melatonina, una hormona que facilita el sueño. Por el contrario, una luz intensa como la que emiten las tabletas, inhibe la liberación de melatonina y nos mantiene despiertos.
En el estudio, los especialistas en medicina del sueño de Harvard reclutaron a doce jóvenes voluntarios. Los ingresaron en el Hospital Brigham y de Mujeres de Boston y les pidieron que leyesen durante cuatro horas cada día, a lo largo de dos semanas, antes de apagar la luz para dormir. Una semana leyeron un libro convencional. La otra leyeron en un iPad.
Según los resultados del estudio, los voluntarios tardaron diez minutos más en dormirse cuando habían leído en un iPad que cuando habían leído un libro. Además, permanecieron menos tiempo en la fase REM del sueño, muy importante para el aprendizaje y el descanso. Si, tras leer un libro, los voluntarios disfrutaron de una media de 121 minutos de sueño REM cada noche, tras leer en un iPad sólo consiguieron 109 minutos de sueño REM, 10% menos. Por tanto, la calidad del sueño fue peor después de leer con un iPad que de leer un libro.
Los peligros de la luz azul
No es la primera vez que un estudio demuestra que exponerse a la luz artificial tras al final del día altera los ritmos del sueño. En mayo del año pasado, por ejemplo, un artículo publicado en la revista Nature ya alertó que el uso de aparatos luminosos antes de dormir puede multiplicar los problemas de sueño.
La luz afecta a los ritmos circadianos con más fuerza que cualquier droga y, sobre todo, los diodos emisores de luz o LED que están presentes en la actualidad en televisores, ordenadores, tabletas y teléfonos móviles. Los LED suelen emitir mucha luz azul, que es la más nociva durante la noche, mucho más que las bombillas incandescentes.
Las células ganglionares de la retina, las que informan al cuerpo si es de día o de noche, son especialmente sensibles a la luz con longitudes de onda más corta, que es el caso de la luz azul. Por lo que a mayor exposición a este tipo de iluminación, mayor será la probabilidad de alterar el ritmo de sueño, tal como se explica en este video.
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Futuro
Nadie duda de que la tecnología nos ha dado mucho. Pero, por lo que parece, también nos está arrebatando cosas que afectan nuestra salud.
Según Charles Czeisler, director de la División del Sueño y Trastornos Circadianos del Hospital Brigham y de Mujeres de Boston y uno de los autores del estudio, en los últimos 50 años se ha producido una disminución en la duración y calidad de las horas de sueño conforme estas tecnologías han ido ganando protagonismo en nuestras vidas.
Por ello, considera que es necesario un estudio epidemiológico a largo plazo sobre los efectos de estos dispositivos sobre la salud. Sobre todo porque cada vez más personas los usan, especialmente los niños y adolescentes que ya están experimentando una pérdida significativa del sueño. Pero también porque una alteración del reloj circadiano, además de provocar problemas de sueño, también puede causar obesidad o incluso desencadenar patologías como el cáncer.
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